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Nuevos procesos: Luna Acosta

(Las huellas de la casa y del camino en medio del tránsito son indefectibles, siempre inesperadamente aleatoriamente, desordenadamente, transitoriamente.) 

 

Luna Acosta nació en Colombia. Desde hace 8 años lleva, construye y muda su casa fuera de su país natal. Migración, burocracia, violencia, añoranza, territorios… son palabras –no sólo palabras, sino factores y agentes- vitales en su obra y en su vida.

 

La idea de territorio, para Gilles Deleuze toma cuerpo –paradójicamente- en términos de desterritorialización. Es decir que el territorio no vale más que en relación con un movimiento mediante el cual se sale del mismo.[1] Sin embargo, Luna pareciera estar más cercana a la reterritorialización. Es decir: la continua transformación y generación de los que habita y construye. De esto habla CASA, la performance realizada en Valparaíso (Chile) durante el 2015 en AUT (Activación Autónoma Temporal).

 

Lo que nos queda de la performance, como puede imaginarse, es el registro. Un video colgado en redes sociales homónimo a la pieza acompañado por una lista de herramientas e instrucciones para llevarse la casa con unx.

 

¿Cuál es la primera imagen o situación en el proyectar de la obra que te viene a la cabeza? Es decir, ¿Cómo y cuándo empezó todo?

 

La primera imagen que se me viene a la cabeza cuando recapitulo el por qué de CASA es una serie de días seguidos haciendo filas en migración a causa de una visa de turismo vencida por un par de días que no sólo me impidió un viaje sino que desencadenó en una serie de sensaciones muy contrastadas además de un montón de estadíos burocráticos sin sentido y mucho tiempo y dinero perdidos.

 

Entre las incontables horas que pasé en migraciones de ahí en adelante, conversé con muchísima gente en condiciones migratorias muy diversas, que en su mayoría implicaban pobreza, ilegalidad (practicamente obligada), maltrato, racismo, añoranza, encierro, y un largo ectétera. Durante todas esas horas y esas filas conversando con las vecinas migrantes pensaba en las múltiples razones y maneras de migrar. Yo me fui de mi país hace 8 años y me temo que en este momento también allá soy extranjera, mi país me expulsó por múltiples razones, pero el motivo más pregnate es la guerra resultado de un neoliberalismo estruendoso extremo y ultraviolento, de allí deriva todo lo demás. Sin embargo, no me fui dejando tras de mi una casa en llamas o un pasado innombrable, no soy una “víctima” de la violencia (lo que en Colombia se reconoce legalmente como víctima) y reconozco en ello un inmenso privilegio, sin embargo somos muchos que como yo, nos exiliamos porque encontramos en la cotidianidad colombiana un peso al que debemos escapar, y que hemos hecho de la añoranza nuestra manera de habitar el territorio colombiano.

 

Colombia es un pueblo migrante en sí mismo, somos el segundo país del mundo en número de desplazamientos forzados, y debemos haber sido durante mucho tiempo de las diásporas más grandes de expatriadxs por todas partes del globo. Pienso en todas las realidades socio-político-económicas que obligan a una persona a migar de su propio territorio y en cómo éstas hacen que las realidades de los territorios de acogida muten completamente; se entremezclan los acentos en la calle, el lenguaje se amplía, la forma de relacionarse se transforma, los sabores de las comidas, las músicas; de algún modo siento que se reactualizan los mestizajes (al tiempo que se actualizan también las formas de racismo y de microfascismos). Atravesado todo esto obviamente por las leyes migratorias de cada país y por las sinvengüenzadas de cada frontera en la que puede tenerse más o menos respeto por el/a migrante, más o menos estima, más o menos control de identidad, más o menos oportunismo y/o corrupción de parte de lxs funcionarixs, etc.

Y después de todo este tejemaneje y de lidiar con todos estos devenires, pensaba en que al llegar a dónde se llegue, hay que establecerse, acomodarse, hacer de unx el territorio nuevo, armar rutina, volver propio a lo desconocido, volverlo casa.

 

¿Existe una pregunta, una hipótesis detrás de este trabajo? ¿De qué forma pensás, ahora, que esa pregunta intentó ser respondida? ¿Llegaste a alguna respuesta?

 

Creo que al asumirse en tránsito, la casa se vuelve un terreno cada vez menos sólido, cada vez menos corpóreo, cada vez más afectivo y menos material de algún modo…menos llevable pero paradójicamente imposible de dejar.

 

CASA tiene que ver con la posibilidad de permearse, de irse armando con lo que una se encuentra en cada lugar a donde llega para seguir andando, al tiempo que es imposible no ir dejando huellas igualmente indelebles…o no, por donde una pasa.

 

Durante el proceso suelen existir cosas que se van descartando aunque fueran centrales en un inicio. ¿Es el caso? ¿Te acordás de alguna? ¿Cuáles siguen en pié desde el principio y cuáles surgieron posteriormente?

 

Como partí de la idea de llevar algo muy importante pero dificil de transportar de un lugar a otro, en un inicio pensé que este algo iba a ser agua esperaba de algún modo que mi cuerpo tuviera que hacer resistencia a múltiples caídas en este traslado. Esto lo decarté por completo y decidí que no quería ni forzar al cuerpo, ni a la situación, así que me decidí por algo que me diera más sorpresas y que pudiera tomar del lugar mismo de la acción,  cambié el balde por una pala y reemplacé el agua por tierra y por arena de mar que llevé en dos mochilas hasta el sitio.

 

Me fue dificil transportar la tierra y la arena entre las manos pero no lo fue tanto como lo esperé en un inicio…y fue un alivio! Y fue maravilloso hacer el ejercicio de sacar todos los materiales de la acción del mismo lugar, yo nunca lo había hecho.

 

La performance es un trabajo semiótico yo creo, entonces una da pie para que cada material se comporte como debiera hacerlo y de esta manera el ejercicio semiótico nunca es cerrado solo por una solamente, sino por el espacio y por los materiales con los que una trabaja, así, en el propio curso del trabajo una nunca para de sorprenderse por las cosas que pueden pasar.

 

¿Trabajaste de forma solitaria o en equipo? ¿Qué otras personas influyeron en el proceso? ¿Trabajaste con referentes del campo?

 

Desde hace tiempo vengo trabajando a rededor de la huella y del vestigio del cuerpo, búsqueda exaltada por varias lecturas, particularmente de Didi-Huberman.

 

¿Cuál es la última imagen que surge cuándo recordás este trabajo en particular?

Cuando me fui Colombia, no hubiera pensado estar haciendo performance 8 años más tarde frente al pacífico porteño maravilloso de Valparaíso, que problema más rico que es ser migrante!

 

En noviembre de 2011, Didi-Huberman firma en el Museo Reina Sofía de Madrid la exhibición titulada “Atlas: Cómo llevar el mundo a cuestas”. En este marco expone –una vez más, casi rindiendo culto- la metodología del maestro Aby Warburg. En el texto que sostiene la muestra, el teórico francés dice: 

 

“Atlas sería así la figura emblemática de una polaridad fundamental a través de la cual Warburg nunca dejó de pensar la historia de las civilizaciones mediterráneas: por un lado, la tragedia con la que toda cultura muestra sus propios monstruos (monstra); por el otro, el saber con el que toda cultura explica, redime o desbarata esos mismos monstruos en la esfera del pensamiento.”

(Ver ATLAS «Portar el mundo entero de los sufrimientos»)

 

Casualidad, temas afines que los referentes nos inculcan como maestros o problemáticas universales de todas las eras. Lo cierto es que cada uno a su tiempo Warburg, Didi-Huberman y nos vuelven a recordar que continuamos llevando el mundo a cuestas, para entenderlo, para desarmarlo y volverlo a armar… o no.

 

Ver video completo en: https://www.youtube.com/watch?v=EJ78uqRiqlU

 

[1] Video disponible en idioma original y documento adjunto con traducción al castellano en http://caosmosis.acracia.net/wp-content/uploads/2007/02/abecedario_gilles_deleuze.rtf

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